Agu Nieder encabeza un proyecto de investigación escénica que va más allá de lo que se puede ver esta noche dentro del Centro Cultural Rougés (Laprida 31), cuando desde las 20.30 sea la última función de “Un hombre que muere tres veces”.
Si bien es el director de la obra teatral, ésta es -a su vez- la tercera parte de un proceso que explora una posible narrativa hipervincular desde la idea de una dramaturgia que responde a la experiencia del teatro expandido. Para desarrollarla, trabaja con un elenco integrado por Martín Papa, Vincent Degelcke, Pablo Medina, Samuel Cortez y Martín Santillán, del grupo El Enjambre.
“Los personajes son sujetos descartables que traccionan un sistema o una maquinaria de la cual no se puede salir. Pueden cambiar de hombre, son intercambiables como seres, pero la máquina siempre sigue funcionando a su pesar. Son varias las emociones humanas que pueden interpelarse”, describe Nieder.
El eje está puesto en cómo se presenta antes de qué se dice: “Trabajamos ritmo, tono y repetición para narrar, ya que planteamos ver el teatro de una manera diferente. De pie, con distintos puntos de vista y perspectivas, sin un argumento contado de manera narrativa ni clásica, sino hipervincular; adentro de la obra, se desarrolla con el método que venimos investigando y experimentando, con procesos y directivas que permiten que sucedan escénicamente y por fuera, se puede hipervincular a los elementos que constituyen la obra con novelas como ‘Kentukis’, de Samanta Schweblin, o ‘Los cuerpos del verano’, de Martín Felipe Castagnet”.
Pandemia
El inicio de los trabajos fue durante la pandemia. “Ensayamos de manera virtual, para lograr esos hipervínculos narrativos sin dejar de transmitir un argumento. De este proceso hicimos la serie web ‘Ensayos Glitch’, disponible en YouTube y en la cual investigué el montaje pero se corre el riesgo de volver divergente y perder lo argumental, y en 2022 una obra de teatro, en la cual me propuse lograr lo planeado con recursos actorales puramente. Lo crucial es conservar la atención de un espectador que no está acostumbrado a esa dinámica. Buscamos entender un poco más el arte que amamos. Por eso jugamos y experimentamos, proponemos formas y dejamos en escena todo lo que tenemos, o lo que nos queda, para compartir lo que la vida nos permite”, señala.
“Espigar los campos”: 35 años del Centro Cultural RougésLa elección del Centro Rougés como espacio escénico respondió a la conveniencia de usar sus diferentes lugares, que se adaptaban a la idea creativa mejor que un teatro clásico a la italiana. “Hay algo de los pasillos y las habitaciones con vasos comunicantes, de modo circulatorio, que se condice con la manera en la que fluye la escena. No hay un escenario al frente del espectador, sino alrededor. Esto permite que cada uno pueda elegir dónde poner el foco, la mirada, aunque no el oído. Esto lleva, a su vez, a que la escena esté en una puja continua por la atención del público. Y a eso se suma el arte clásico del edificio, y la muestra de cuadros y de arte de turno, que generan un contraste de épocas y una acumulación de estilos que aportan a una de nuestras premisas: una narrativa hipervincular es un tipo de neobarroco”, concluye.